ARTÍCULO publicado el 15.11.16
- Autores:
Eduard Vieta; Carla Torrent.
- Fuente:
- Referencia:
volumen14, número 3, página(s) 288-289
Resumen
El trastorno bipolar no es sólo un trastorno afectivo. Los pacientes en la actualidad no sólo quieren sentirse bien, desean hacerlo bien porque quieren estar bien. Esto equivale a decir que el objetivo final decisivo no es algo más que simple mejoría, ni siquiera remisión, sino restablecimiento. El arsenal terapéutico actual, que consta de fármacos usuales como litio más anticonvulsivos, antipsicóticos y, en algunos casos, antidepresivos, ha hecho de la remisión una meta lograble para muchos pacientes con trastorno bipolar. Las intervenciones psicológicas enfocadas en la enfermedad, como la psicoeducación, han ayudado a muchos a mantenerse bien por periodos más prolongados y en algunos casos, por tiempo indefinido. Sin embargo, muchos pacientes con trastorno bipolar permanecen ahí, más o menos sintiéndose bien, pero no haciéndolo bien del todo. Muchos toman sus medicamentos, después de haber aprendido que suspenderlos conduce a recaídas y miseria y, además, más medicación, pero no pueden volver a sus trabajos o terminar sus estudios. Muchos viven en las cenizas de lo que solía ser su vida social antes que todo se fuera con el fuego de la enfermedad. Por mucho tiempo, se presupuso que el restablecimiento era difícil a consecuencia de factores sociales, estigma y discriminación. Y estos realmente son motivos poderosos para que muchos se sientan socialmente discapacitados. Sin embargo, hemos aprendido que la enfermedad por sí misma conlleva más vulnerabilidad al estrés y a las dificultades cognitivas, las cuales históricamente se han descuidado, y que estos problemas persisten con el tiempo, después de la remisión clínica. La rehabilitación funcional es una intervención que tiene como propósito llenar la brecha entre la remisión y el restablecimiento. Desde luego, inspirada en las técnicas de rehabilitación neurocognitiva habituales, como las que han funcionado bien en el daño cerebral y en otros trastornos neuropsiquiátricos, su principal característica es que se enfocan en el funcionamiento más que en la cognición1 . La intervención, por tanto, tiene un fondo neurocognitivo y psicosocial que incluye técnicas de modelación, juego de roles, autoinstrucciones, instrucciones verbales y reforzamiento positivo, junto con metacognición, y funcionamiento objetivo como la diana principal. Incluye educación sobre disfunciones cognitivas y su repercusión en la vida cotidiana y proporciona estrategias para controlar deficiencias en diferentes dominios cognitivos, como atención, memoria y funciones ejecutivas. La familia y los cuidadores también pueden participar en el proceso para facilitar la práctica de estas estrategias en el domicilio y para reforzamiento2..